Vidas en aeropuertos.

Todas las empresas tienen fugas. Pequeños puntos ciegos por donde se “escapaba” el dinero, pero en empresas tan grandes era una parte insignificante como para detallarlo en ningún informe. Todas las auditorías que realizaba terminaban igual, Ok. Ya se encargaban las empresas de tener una legión de tipos tan aburridos como él que demostraban ser igual de listos tapando todo rastro de dinero negro, transacciones con asociaciones ilícitas o sobornos a cargos políticos.
No le llevó más de un minuto ordenarse la minúscula maleta de viaje mientras el televisor daba noticias en un idioma que le era indiferente, dejó la maleta en el suelo y la arrastró del asa hasta la puerta. Retiró la tarjeta de la ranura y todo se hizo gris, aún más gris. De camino al aeropuerto, en el taxi, pensaba en que algún día se tomaría un descanso para visitar un museo o algún edificio de esos que salían en las postales. Quizás. Acostumbrado como estaba a los aeropuertos, conseguía abstraerse en las largas colas pensando en Dios sabe qué. Sólo una mujer le separaba del mostrador de facturación y parecía tener problemas porque ella gesticulaba mucho y la azafata negaba con la cabeza.
-Entiéndame, no tengo dinero para pagarle sólo por llevar un poco más de peso.
-Lo siento señorita, pero son veinte kilos de exceso y esta compañía tiene unas normas muy estrictas respecto a esto, y creame, no está en mi mano hacer nada.
-Pero…
-Tendrá que dejar una de las dos, si no quiere pagar y recogerlas a la vuelta.
-No puedo dejar ninguna, en una está mi ropa y la otra está llena de regalos y recuerdos que llevo a mi familia, no puedo dejar mi vida en una taquilla de aeropuerto.
-Lo siento…
Aquel joven de traje gris intervino en la discusión. –Tengo una idea señorita- dijo dirigiéndose a la joven que estaba punto de perder toda esperanza- yo llevo una maleta pequeña que bien podría pasar como equipaje de mano, si le parece bien, facturamos una de sus maletas a mi nombre y yo me subiré esta al portaequipajes del avión.- la chica sonrió y antes de que le pudiera dar las gracias, el joven ya había dejado la tarjeta de embarque sobre el mostrador.
Durante el breve espacio de tiempo que la azafata tardó en facturar las dos maletas intercambiaron sonrisas especialmente incómodas para él y después se despidieron.
Ella seguramente fuera en clase turista, él reclinaba su butaca de primera clase mientras sonreía brevemente recordando lo ocurrido.
A las nueve horas, horario local, las ruedas del tren de aterrizaje impactaban contra el suelo de la pista central. Media hora después abría la puerta de un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. Era gris e impersonal como cualquier habitación de hotel. No había plantas, ni fotos, ni ninguna mascota esperándole, nada. El lunes volvió a su trabajo, esta vez en una empresa de la ciudad, ocho horas al día rodeado de estados de cuentas y facturas. Un sándwich para comer y ningún trato con los trabajadores de la empresa más allá de las típicas fórmulas de cortesía. A la semana siguiente le tocó Budapest y la siguiente vuelta a la ciudad.
El lunes, antes de entrar a trabajar recibió una llamada del aeropuerto. Su interlocutor le informaba que ya había aparecido la maleta que había extraviado. Él le explicó que no había perdido ninguna maleta pero enseguida recordó el pequeño incidente con la joven e intentó explicarle que esa maleta no era suya –pero está facturada a su nombre- sí, le dijo, pero el hombre no comprendía que una maleta de alguien estuviera facturada a nombre de otra persona, -pero… no sabe quien es? No puede localizarla? El chico que se encontraba al otro lado del hilo telefónico no era muy espabilado y dio por terminada la conversación diciendo,- por lo que a mi respecta, la maleta es suya, y sería una pena que terminara extraviándose en objetos perdidos.- se despidió y colgó. La llamada no paraba de aparecer en su cabeza entre sumas de totales y números de cuenta. De todas formas, no podía hacer nada, no conocía siquiera el nombre de la dueña de la maleta. A media tarde se le ocurrió que quizás la chica también se había interesado por saber si aparecían las maletas perdidas y habría acudido hoy al aeropuerto con la esperanza de verme o saber de mi y que yo le devolviera la maleta. Se dijo que ya había trabajado bastante por hoy y se presentó en el mostrador de la compañía aérea. Le explicó la situación a la joven que le atendió y esta sí pareció entenderle, pero no le dio ninguna solución. -Lo único que puedo hacer es apuntarme su número de teléfono y avisarle si alguien viniera a preguntar por ella, pero de usted depende llevársela o dejarla en objetos perdidos.
Se la llevó. Recordó que la chica dijo que no le gustaría dejar su vida en un aeropuerto. Era lo mínimo que podía hacer. Mientras conducía de camino a casa pensaba cual de las dos maletas sería, quizás dentro de ella encontrara algún tipo de información, su nombre o alguna documentación, no le sería difícil encontrar a alguna persona con un nombre y dos apellidos. Dejó la maleta en el borde de la cama con cuidado, como si lo que acabase de dejar fuera un cofre sacado de una excavación. No se atrevió a abrirla. Era la hora de cenar y mientras cocinaba miraba de reojo la maleta sobre la cama. Le fascinaba el contenido de aquella maleta hasta tal punto que deseaba retrasar el momento del expolio lo más posible. Aquella noche durmió con la maleta en el mismo sitio donde la había dejado. El resto de los días de aquella semana fueron más cortos de lo normal, se sentaba a ver la tele y de vez en cuando echaba una mirada por encima del sofá para descubrir que la maleta no se había movido. El día elegido fue el viernes, en el informe de la auditoría colocó el sello que marcaba un “ok” con tinta roja, y voló hasta su pequeño apartamento. Ahora sí que había algo esperándolo. Se colocó delante de aquella maleta y pasó la mano suavemente por la parte superior intentando sentir cada matiz de la tela que cubría el caparazón de plástico, buscó con precisión, centímetro a centímetro, los enganches de la cremallera y en un movimiento acompasado tiró con fuerza de ellas en sentido contrario. Abrió la maleta conteniendo la respiración sin, ni si quiera, preguntarse si habría ropa o recuerdos. Ropa. Al contrario de lo que podríamos pensar no se llevó un desengaño, seguía con la misma emoción. La respiración se le aceleraba y se frotaba las manos intentando pensar que hacer con ella. La idea de buscar algún dato que le diera información sobre su dueña había desaparecido. Comenzó a sacar la ropa y a extenderla por la cama. Un pantalón vaquero, un pantalón de vestir, dos blusas de gasa, una verde y otra blanca, tres camisetas de sport sin marca alguna, un neceser que apartó para examinarlo más tarde, un par de zapatos dentro de una bolsa de tela… Cuando vació la maleta tenía la cama llena de prendas de mujer. Se alejó dos pasos de la cama para poder tener una visión global de la cama. Se dio cuenta de lo acelerado de su respiración e intentó respirar más lentamente, pero fue inútil.
En un frenético movimiento de perchas y cajones comenzó a ordenar su ropa para dejar sitio a las prendas que estaban encima de la cama, media barra del armario empotrado para los pantalones y blusas, un cajón para las camisetas y medio de su mesita de noche para la ropa interior. Después colocó el cepillo de dientes que encontró en el neceser en el cubil, al lado del suyo, maquillaje y pintalabios en orden sobre la repisa del lavabo y una crema para el cuerpo junto al champú. Volvió al cuarto a cerrar la maleta y la colocó entre el armario y la mesita contraria a la que el utilizaba. Sólo entonces su respiración volvió a ritmos normales.

3 comentarios:

Mónica dijo...

Qué bonito! Estos finales felices son los que me gustan...

ILSA dijo...

¿Este final es feliz? Pues a mí me ha dejado un poco triste, la verdad.

Ahora, que al relato... "notable alto".

caperuza dijo...

este de feliz no tiene nada..la verdad...Miedo em dá ..que se me pierda una maleta y a alguien le dé por colgarmela en SU armario...
Pero vamós..que la descripicion..el relato..bastante bueno.
Mi imaginacion a volado a a cada unod e los sitios que describes.
muxus.

 
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