Nadie es perfecto...

Martin tenía una vida, que los demás llamarían perfecta. Era una de esas personas que parece que hayan sido tocadas por las manos de un ser superior. Martin nació en el seno de una familia adinera, su juventud fue un cuento de hadas y su paso por la universidad brillante. Pronto conocería a la que después sería su mujer y rápidamente paso a ser nombrado uno de los mejores analistas financieros del país. Tuvo tres hijos y dos perros que jugaban felices en el enorme jardín que tenía la casa donde vivían.
Esto sería una vida perfecta para la mayoría de la gente pero no para él. Martin era tan feliz que no tenía motivo alguno para sentirse triste y por eso, siempre que podía, se escapaba al aeropuerto y pasaba las horas sentado en la cafetería viendo aviones despegar y inspirando como un yonki la tristeza que desprendían las parejas que se despedían en la terminal. Unas lágrimas, grandes abrazos y luego largos besos en la boca, después uno se alejaba y se dejaba engullir por la puerta de embarque, mientras, Martin hacía suyo ese dolor observando la escena por encima de su café con leche.Cierto día, cuando regresaba a su casa recordando el abrazo que se daban una madre y su hija, Martin encontró a su esposa en la escalera con lágrimas en los ojos. “Ha llegado el extracto del banco, necesito que me expliques por qué vas tantas tardes a la cafetería del aeropuerto”. Martin sintió una punzada en el pecho que no había sentido antes y decidió confesar, pero su mujer se le adelantó: ”Hay alguien más, verdad?” Martin confesó “Si hay otra mujer".

 
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