Caudiel

Caudiel,
mañana marchará una mujer buena y pura
no importa cuentes sus pasos
ni que me digas venturas.
Tus plantas ha de pisar
con donaire y gallardía
no separarán sus ojos
de tu lado y frente altiva.
Ya que
tu me la has quitado
bríndale todo en agrado
no me digas que la admiran
los jóvenes de tu condado
que posan en ti sus miradas
con alegría en sus labios.
Has de saber que aquí tiene
uno que queda esperando
contando día por día
y esperando al ser amado.

Estas dos entradas son unos de los poemas que mi abuelo le dedicaba a mi abuela cuando eran novios. Estos en concreto se los escribió antes de que mi abuela se fuera con su familia a veranear al pueblo de Caudiel (Castellón).

Caudiel

Por lejos que estés
tu no podrás separarnos
en cambio ha de brotar
más fuerte el amor lejano
No puedes borrar por el tiempo
no importa estuviera años
el tiempo gana el cariño
que le profesé en antaño.
Suéltala de tu camino
Y riega tus lindos prados
¿No ves que pasa mi novia?
¿Por la que suspiran tantos?
¿tu sabes lo que es amor?
¿tu sabes lo que la amo?
Yo te lo voy a contar
En sueños y delirando
Esa mujer que tu guardas
con esos muros cerrados
es la ilusión de mis sueños
la fe que guió mis pasos
Son dos personas que se enamoran
ella, el
¿Me das tus labios?
¿Me das esa flor dichosa
que yo estrujo con mis manos?
Déjame que en tu regazo
me duerma poquito a poco
y cuando llegue
el nuevo día
me despiertas con un canto
Deja que nuestras miradas
se junten con embeleso
y que nuestros corazones
palpiten un mar de ensueños
Que nuestras bocas se junten
con un gozoso silencio
y respiren los aromas
de nuestros ardorosos pechos
Tu ves, Caudiel lejano
Ves el amor sollozado
Es mi amor que te he contado
y de la que tu guardas
en esos muros cerrados.

Días de verano.

Yo no paraba de reírme de antiguos amores y el cielo prometía venganza. Sentada en medio de la nada y rodeada de árboles, el mundo giraba de forma distinta, incluso aquel amargo mate que alguien había traído me sabía a gloria. Pasamos el resto de la tarde riéndonos de viejas historias y el cielo terminó por cumplir su amenaza. Las nubes comenzaron a descargar con fuerza cortinas de agua. La estampida fue casi inmediata, todos corrieron a refugiarse debajo de los imponentes pinos. Yo me quedé sentada, esperando. Sabía que me estaban gritando pero hice como si no los oyera. Tenían miedo a que la tormenta me hiciera daño, pero ni se imaginaban lo mucho que necesitaba la calma.



Gracias Al.

Hasta los cocodrilos han dejado de llorar.

- Que cómo he llegado a trabajar en esto? Me viene de familia, mi madre se dedicaba a ello. Cuando yo era niño y mi madre no me podía dejar en casa de una vecina me llevaba con ella, fue entonces cuando empecé a valorar el trabajo que hacía mi madre.
- Pues se sorprendería de la cantidad de gente que contrata mis servicios, la mayoría por miedo a que los asistentes demuestren lo poco que querían al difunto.
- No me desagrada el término de “plañidero” pero prefiero que me vean como un “socializador de funerales”
- No crea que me resulta difícil, lo que sí es cierto que me es más fácil llorar por cosas que me emocionen. Intento visualizar a un hombre exhausto llegando a la meta en un maratón, un joven justo antes de declararse a ella, o un reencuentro en la terminal de autobuses. Los pensamientos tristes me dejan mal sabor de boca.
- Hombre… tampoco es que sea un trabajo sencillo, las cosas han cambiado, ahora me dedico a estudiar al difunto, averiguar lo que hizo bien y obviar en las conversaciones lo que hizo mal. Hoy por ejemplo he tenido una mañana complicada, mi primer cliente (aunque ellos ya no me puedan pagar me gusta pensar que el servicio se lo ofrezco a los difuntos) pues eso… mi primer cliente ha sido el dueño del horno de la plaza Real, lo conoce?... da igual, el hombre hacía las mejores tortas de la ciudad, pero todo aquel que lo conocía lo odiaba. El sepelio estaba repleto de oportunistas que iban a mostrarse delante de la viuda y futura dueña del negocio y de vecinos que habían ido a cerciorarse que ya no respiraba. Como comprenderá, el ambiente no era para nada de tristeza. Me he dedicado a ir de grupo en grupo hablando de las pocas bondades del difunto para ablandarles un poco el alma, y luego me he retirado a una esquina. Como si se tratase de un concierto de música barroca he comenzado a llorar suavemente subiendo poco a poco para que los asistentes se fijaran en mí. Pronto han venido dos hombres de mediana edad a intentar consolarme, pero entonces el llanto ha ido in-crescendo a la vez que me dirigía hacia el féretro, donde he roto a llorar de una forma casi exagerada. Los presentes no han podido resistirse y mi llanto se ha contagiado como llevado por el viento. Ha sido una actuación sensacional!
- Mis amigos no opinan sobre mi trabajo, lo único es que no les gusta que coincida con ellos en algún entierro.
- Ya lo tiene todo?...
- De nada, ha sido un placer.

 
©2009 FIN DE LA PRIMERA PARTE | by TNB