Crimen y castigo.

Esta mañana el sol me ha tirado de la cama de tanto insistir. He deambulado por la casa como un zombi en paro, me he sentado en el water y me he vuelto a dormir. Después de lavarme los dientes y mojarme la cara he empezado a abandonar el letargo en el que me vengo sumiendo desde que ella se fue. Ahora, apoyado en la ventana que da al deslunado miro con disimulo el balcón de mi vecina, intentando descubrir alguna pieza de ropa interior secándose en el tendedero que me alegre la mañana, pero no hay ni tangas ni sujetadores, a decir verdad no hay nada. Nada de ropa. Ahora son las palomas las que habitan las cuerdas de plástico donde antes habían toallas y camisetas. Y es justo eso lo que me inquieta. Ella siempre tenía algo colgado, ya fueran pantalones de deporte, alfombras de baño o trapos de cocina. Pienso que debería llamar a su timbre para preguntarle si se encontraba bien. Llamaría a su puerta y le preguntaría “ Hola, estás bien? Es que como no he visto tu tanga azul colgado en el tendedero...” Imagino que entonces confirmaría sus sospechas de que tiene un vecino gilipollas y correría a contratar una alarma por si las moscas. A lo mejor (o a lo peor) la habían tirado del trabajo y no podía permitirse pagar la letra del piso y se ha tenido que ir a vivir con sus padres de nuevo. Puede que se encontrara muerta en su piso, aunque entonces no creo que antes de morir y con un cuchillo clavado a su espalda pensara:”no, mierda! voy a morir y la ropa sin recoger del tendedero. Y si la han secuestrado? A lo mejor no paraba de gritar y sus raptores cogieron el tanga y el trapo del polvo del tendedero para ponérselos en la boca como hacen en las películas, aunque con el trapo hubieran tenido bastante y tampoco la oí gritar.
No se... pero esta incertidumbre me está matando, eso y las guías de las ventanas que se clavan en los brazos. Las palomas parecen impasibles a mi sufrimiento y se pasean de un lado a otro de la cuerda como queriéndome demostrar que de verdad no hay nada colgado en ellas. Quizás la policía la ha detenido por un múltiple asesinato y por todos es sabido que la ropa tendida siempre puede contener aún restos de sangre. Pobre vecina, no se como se llamaba, pero tenía algo que la hacía entrañable, su sonrisa, su manera de saludar o su talla 105 copa b. Las palomas huyen despavoridas y la ventana se abre. Mi vecina esta sana y salva! Sin percatarse de mi presencia coloca la cesta de la ropa entre las cuerdas de tender y el estrecho alfeizar, y descansa su generoso escote en las mismas guías de las ventanas que a mi me están matando los brazos. De pronto repara en mi persona y se lleva un pequeño susto con una pinza en la mano y un melancólico trapo de cocina en la otra. “Buenos días, no te había visto, que? Tendiendo la ropa?” “Buenos días, pues la verdad es que no.” “Ha.” Me despedí con un afectuoso “Me alegro de que estés bien” He decidido aprovechar el día así que me voy a bajar al videoclub a ver si tienen esa de Crimen y castigo. Pero creo que antes debería vestirme.

Fallas (I)

Las Fallas son la fiesta por excelencia, las fallas son fuego y pólvora, color, alegría, arte, luz, tradición, belleza. Pero las fallas también son tristeza y cambio, las fallas son noche, las fallas son día, son una avenida sin coches, una plaza en un suspiro, un himno y un canto. Construcción efímera que dura para siempre. A veces decepción y rabia, trabajo y recompensa. Que el pañuelo no te ate al cuello y el pecho hinchado bajo el blusón, ojos rojos, pies descalzos, una mirada a lo alto y un torrente de agua salada. Dos besos, o uno, o cientos. Fotos y pintura, reflejos y sombras, calor, más calor. Tu barrio, mis amigos, los turistas, turistas que no me son extraños y simplemente turistas. Derrota, cansancio, un beso y después cientos, que caen del cielo, ruido, olor a ayer, la cabeza en el mañana. Planes, propuestas y recuerdos. Aplausos, risas, enseñas, una orden, pasos, miles de pasos, rumor de agua. Viejas letanías que suenan a gloria, dioses enfurecidos y santos colmados de flores. Ella, ellas llorando, miedo a levantar la cabeza, jardín improvisado. Las fallas son miles de latidos, a un único ritmo, diapasón que mueve una tierra embargada por el Mediterráneo. Al fin al cabo, las fallas eres tú.

 
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