Amores imposibles.

Yo no llegué a conocer a mi abuela, pero mi madre me cuenta que ella siempre decía que de amores imposibles estaba el mundo lleno, y que son estos los que hacen que el mundo gire. Quizás con esto intenta justificar a mi padre cuando le pega y ella ni siquiera trata de defenderse. Yo intento hacerle entrar en razón, le digo que aunque vivamos en una aldea, los tiempos han cambiado, que ahora llamas al 112 y en diez minutos aparece la guardia civil y a los dos días ya lo han juzgado y encerrado. Le digo que los tiempos de meigas se acabaron, pero ella sólo hace que repetirme: “le quiero, y en el fondo el también a mi”.

La noche del lunes llegué del cine y me encontré a mi madre despierta en el sofá. “Que haces aún despierta?” “nada, estaba esperando a tu padre”. Eran las doce y media y todavía no había vuelto. Deseé que le hubiera pasado algo me temía que no, se habría quedado en el bar bebiendo y vendría, o muy borracho como para subir a la habitación a acostarse, o violento y con ganas de discutir. Así que decidí quedarme con mi madre a esperarlo para evitar que le hiciese daño. Apareció a la una y media con bastantes copas de más. Mi madre se levantó a recibirlo con un beso, pero él le gritó desde la entrada: “tú que miras?”. Ella se paró en seco y bajó la cabeza como sabiendo lo que venía a continuación, esperando que pasara rápido, como el rebobinado de las cintas de video. Pero él, con ganas de pelea, levantando más la voz, le inquirió: “ que he hecho yo para que me mires con esa cara de desprecio?” y se acerco a ella levantando el puño. Entonces, llevado por la rabia me abalance sobre el empujándolo del cuello contra la pared con una mano mientras en el aire cerraba el puño izquierdo con tal impotencia, que por no pegarle me clavaba las uñas en la palma de la mano. Él aprovechó que sabía que no podía pegarle para propinarme un puñetazo en la boca del estómago e instintivamente dejé caer el puño con violencia sobre su sien. Cayó al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Asustado me agache para comprobar si respiraba y noté un alivio tremendo cuando noté que su pecho se hinchaba. Miré a mi madre y , en ese momento, fui consciente de lo que había hecho, aturdido y desorientado salí corriendo hacia las afueras de la aldea, el sudor de la frente se mezclaba con las lágrimas escociéndome en los ojos. Cuando las fuerzas me fallaron me dejé caer al suelo entre helechos y eucaliptos. Al recuperar el aliento me di cuenta que tenía frente a mí el convento de la Orden de Calatrava, actualmente abandonado por los religiosos aunque la capilla se abría para ofrecer misa en las fiestas del patrón del pueblo. Es curioso como cuando buscamos la salvación de cualquier tipo siempre se nos representa la religión de alguna forma, ya seas creyente o no. Recordé lo sucedido en la casa y el estómago me dio un vuelco, me encaramé a un árbol y vomité, en cada arcada sentía el dolor de la culpa, como si el puñetazo lo recibiera yo. Me acordé de repente que había dejado a mi madre sola con ese…, pero me pudo más el miedo y preferí pensar que no se levantaría hasta mañana. Sin fuerzas ni valor para moverme me quedé arrodillado, empalmando sollozos con lamentos. En ese instante un aire frío empezó a mover los helechos y el suelo temblaba como un leve terremoto. Al levantar la cabeza creí ver una luz en el camino que discurre junto al muro del convento, la luz se acercaba, y un minuto después pude observar a una veintena de hombres y mujeres que, en procesión, portaban velas. La marcha la abría un hombre de unos cincuenta años, pero que llamaba la atención por su extrema delgadez y unas profundas ojeras. La comparsa tenía una luz especial… Entonces caí en la cuenta de lo que estaba viendo y el miedo me paralizó. Me acordé de viejas historias que hablaban de una procesión de almas encabezada por una persona que durante la noche era condenada a vagar al frente de la procesión hasta que las fuerzas lo abandonasen y pasara a formar parte de las almas o hasta que la Santa Compaña, que así la llamaban, encontraran a un incauto caminante que lo sustituyera. Pero también me acordé de algunas maneras para no ser visto por la Santa Compaña y así no convertirse en un alma condenada ha vagar. La más simple era tirarse al suelo boca a bajo sin moverse, aunque las procesión pasara por encima de uno mismo, también se podía dibujar un círculo en el suelo y meterse dentro de él, y en el último de los casos correr muy rápido sin mirar atrás. Pensé en correr, pero las piernas no me respondían y tenía demasiada curiosidad como para perdérmelo. Así que busque rápidamente una rama y tracé un circulo en la tierra de al menos dos metros de diámetro. De pié, en el centro del círculo, con la única preocupación de que ninguna parte de mi cuerpo sobrepasara la barrera imaginaria que me protegía, me dispuse a contemplar el espectáculo. Todo eran caras que expresaban tristeza, incluso angustia, todas menos una. La última alma de la fila derecha era una joven que tendría más o menos mi edad, era preciosa, su rostro no mostraba amargura, si acaso resignación y sus labios dejaban entrever una leve sonrisa. Me quedé hipnotizado por su belleza, llevaba un camisón blanco que dejaba adivinar generosas curvas y una larga melena morena ondeaba hasta donde la espalda perdía su nombre.
Me enamoré. Os lo podéis creer? Decidí salir a su encuentro, me daba igual acabar como un alma más vagando hasta la eternidad alrededor del monasterio, siempre que fuera con ella. La Santa Copaña me vería y se detendría a mi paso para que ocupara el lugar del guía, pero recordé que este no recuerda nada de lo vivido por la noche, por eso no el mismo tiene explicación a lo que le ocurre. Destrozado y hundido, sentado en el suelo veía como mi amor se alejaba y a saber cuando sería la próxima vez que la Santa Compaña se dejaría ver, quedaría condenado a esperar todas las noches a que apareciera, si es que algún día volvía a aparecer.
Y aquí estoy, sentado dentro de un círculo esperando a que aparezca, hace ya dos meses que la vi. Noche tras noche vuelvo a dibujar el círculo y me siento a esperar. Puede que esto sea uno de esos amores imposibles de los que hablaba mi abuela, puede que lo de mis padres también lo sea, no lo sé. Pero desde hace un tiempo tengo la sensación que el mundo gira más rápido. Yo seguiré esperando.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

"Y aquí estoy, sentado dentro de un círculo esperando a que aparezca..."

Qué frase más bonita. Preciosa.

Cuando leí el título de la canción la verdad es que ni por asomo pensé en que "Amores imposibles" pudiera abarcar ese que cuentas de una mujer que espera despierta a que vuelva el horror a su hogar.

Me han gustado tus amores imposibles.

 
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