Cuantos trenes pasan en la vida?




Salió a la calle a pasear. Cerró la puerta tras de si y apretó el botón del mando a distancia que accionaba el cerrojo de la puerta blindada. Se sabía las distancias de memoria, desde su puerta hasta la puerta del patio, pasando por el ascensor y el rellano. Así que no le hizo falta extender el bastón telescópico hasta que cerró el portal del patio.
Giró a la derecha, le gustaba pasar primero por el horno para comprar el pan. Cien metros después ya podía oler el aroma a pan recién horneado, giró otra vez a la derecha y a los cincuenta metros escucho una voz que le gritaba: "Hombre... Como usted por aquí?" se le dibujo una amplia sonrisa y le contesto "a ver que hay de nuevo por el barrio".ya había llegado al horno, se colocó delante de la puerta y la empujó con decisión. Le encantaba el sonido que producían varios tubos de bambú que colgaban del techo al chocar entre ellos. "Dos barras de medio como siempre, no?. " "hoy te veo más guapa que nonca"aunque el no lo pudiera ver, siempre conseguía sacarle los colores a la panadera. Extendío el brazo con tres monedas de un euro en la mano y las dejo en el mostrador, agarró la bolsa del pan por las asas y se marchó sin poder borrar la sonrisa de su cara. Viví solo desde siempre, pero compraba dos barras de medio kilo porque tiempo atrás, el horno, había pasado una mala temporada de faena y este era el único modo que había encontrado de ayudar a la familia. Justo después de salir del horno se dirigía a la parroquia para entregar todo el pan menos cuatro dedos que se quedaba para el.

Siguió su paseo, notó una brisa fresca y giró a la izquierda. Con tinuó su camino saludando a diestro y siniestro, dejandose guiar por el aroma de las flores y el olor a fruta fresca. Cruzó de acera al notar la rampa del paso de cebra que había justo antes de llegar a la pescadería. El olor a marisco se le antojaba nostálgico, decía que le recordaba sus días de asueto por las calles del Cabañal. Se detuvo delante del paso de cebra que enfrentaba a la estación de trenes, el que estaba entre dos grandes setos que desprendían un agradable aroma a azahar. Solía colocarse alejado de la carretera para evitar que los coches parasen al creer que tenía la intención de pasar. Se quedaba quieto justo ahí porque le gustaba que el aroma le golpeara las mejillas, le gustaba embriagarse de azahar hasta emborracharse, aunque esta vez no le fue posible porque una joven muy amable le cogió del brazo "No se preocupe que yo le ayudaré a cruzar" el sonrió le dio las gracias y no pudo evitar que se le escapara una pequeña carcajada.
Llego a la estación y busco su banco con la esperanza de encontrarlo desocupado. Tuvo suerte, estaba vacío, se sentó y empezaron a pasar los trenes por delante de el. Mientras, el se comía poco a poco, a pellizcos el pan. Se expolsó las miguas de la camisa y se dedicó a ver pasar los trenes.

1 comentarios:

Pau dijo...

ya te he mandado un par de fotillos..

 
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