Comentario de Opinión

Este texto que os presento más abajo lo he enviado a la revista dominical Magazine que se entrega junto col el diario Levante. El citado texto es en respuesta a un artículo publicado el día 25 de Febrero en la página 25. Para los que no puedan acceder a dicho artículo les indico que trata sobre un nuevo libro que ha escrito una exparlamentaria holandesa llamada Ayaan Hirsi Ali.


Se me encoge el corazón al leer historias como la de esta chica, mutilada en Somalia a los cinco años, sometida a un pueblo y a una religión que trata a las mujeres como esclavas, maltratada por su propia familia castigándola físicamente hasta fracturarle el cráneo. Una luchadora nata que se enfrenta a la sumisión de las mujeres en el Islam, que es capaz de hacerlo contra viento y marea.
Lo que no termino de entender es por que ondea la bandera esa de barras y estrellas y lamenta que el ejercito de los EE.UU. no se hubiese quedado en Somalia y Afganistán, incluso con un ejercito mayor. Puede que la infibulación sea un acto cruel, pero que en cambio las torturas realizadas por los soldados americanos, las violaciones las matanzas a familias, las humillaciones y los disparos sin preguntar sólo sean daños colaterales por el bien de la humanidad.
También me sorprende la poca fe que tiene en la buena voluntad de su pueblo y en el poder de cambio interno, que necesita de la ayuda de ejércitos externos para darle esperanza al pueblo somalí.
Quizás la solución esté los EE.UU., pueblo de grandes oportunidades y grandes libertades, o en los ejércitos internacionales con gran aporte de caballería y armamento ligero. No sé... Una vez escuché “Tristes guerras si no es amor la empresa.......... Tristes armas si no son las palabras” quizá quien lo dijo estuviera equivocado o simplemente no respiró el verdadero aire de libertad.

Inspiración

Hace ya tiempo que se que eres una puta, que te vas con el primero que te llama. Pero ahora mismo no me importa. Déjame que te acaricie, déjame que reparta mis besos por tu cuerpo mientras tu me susurras cosas inconfesables en mi oído. Después posa para mi. Hoy no quiero dormir, se que cuando despierte ya no estarás a mi lado y mi cama se queda helada. Cuando te volveré a ver? Me llamarás da igual, dejémonos de miedos que lo importante es que estés aquí, voy a penetrar en ti toda la noche, inventaremos posturas, repetiremos las que ya sabemos. Y es que tengo razones, razones de sobra para desearte con tanta locura, pues fuiste tu la que me dio a probar ese pedazo de felicidad. y tumbado a tus pies me confieso enganchado a ti, adicto a tu perfume, y me duermo. Cierro los ojos fuertemente esperando a que en otro momento vuelvas a acordarte de mi.

Cuantos trenes pasan en la vida?




Salió a la calle a pasear. Cerró la puerta tras de si y apretó el botón del mando a distancia que accionaba el cerrojo de la puerta blindada. Se sabía las distancias de memoria, desde su puerta hasta la puerta del patio, pasando por el ascensor y el rellano. Así que no le hizo falta extender el bastón telescópico hasta que cerró el portal del patio.
Giró a la derecha, le gustaba pasar primero por el horno para comprar el pan. Cien metros después ya podía oler el aroma a pan recién horneado, giró otra vez a la derecha y a los cincuenta metros escucho una voz que le gritaba: "Hombre... Como usted por aquí?" se le dibujo una amplia sonrisa y le contesto "a ver que hay de nuevo por el barrio".ya había llegado al horno, se colocó delante de la puerta y la empujó con decisión. Le encantaba el sonido que producían varios tubos de bambú que colgaban del techo al chocar entre ellos. "Dos barras de medio como siempre, no?. " "hoy te veo más guapa que nonca"aunque el no lo pudiera ver, siempre conseguía sacarle los colores a la panadera. Extendío el brazo con tres monedas de un euro en la mano y las dejo en el mostrador, agarró la bolsa del pan por las asas y se marchó sin poder borrar la sonrisa de su cara. Viví solo desde siempre, pero compraba dos barras de medio kilo porque tiempo atrás, el horno, había pasado una mala temporada de faena y este era el único modo que había encontrado de ayudar a la familia. Justo después de salir del horno se dirigía a la parroquia para entregar todo el pan menos cuatro dedos que se quedaba para el.

Siguió su paseo, notó una brisa fresca y giró a la izquierda. Con tinuó su camino saludando a diestro y siniestro, dejandose guiar por el aroma de las flores y el olor a fruta fresca. Cruzó de acera al notar la rampa del paso de cebra que había justo antes de llegar a la pescadería. El olor a marisco se le antojaba nostálgico, decía que le recordaba sus días de asueto por las calles del Cabañal. Se detuvo delante del paso de cebra que enfrentaba a la estación de trenes, el que estaba entre dos grandes setos que desprendían un agradable aroma a azahar. Solía colocarse alejado de la carretera para evitar que los coches parasen al creer que tenía la intención de pasar. Se quedaba quieto justo ahí porque le gustaba que el aroma le golpeara las mejillas, le gustaba embriagarse de azahar hasta emborracharse, aunque esta vez no le fue posible porque una joven muy amable le cogió del brazo "No se preocupe que yo le ayudaré a cruzar" el sonrió le dio las gracias y no pudo evitar que se le escapara una pequeña carcajada.
Llego a la estación y busco su banco con la esperanza de encontrarlo desocupado. Tuvo suerte, estaba vacío, se sentó y empezaron a pasar los trenes por delante de el. Mientras, el se comía poco a poco, a pellizcos el pan. Se expolsó las miguas de la camisa y se dedicó a ver pasar los trenes.

Buscando ilustrador...........

Una tarde de asueto me vino la inspiracíon y decidí que yo también podría participar en un proyecto del cual estoy enamorado (últimamente me enamoro de todo). Por este motivo busco ilustrador que me ayude en mi próxima paranoia, y aunque preferiría que fuese mujer me da igual cualquier estilo.
Esperando recibir alguna respuesta, (pero sabiendo que no voy a tener saturado el blog) dejo abierto esta ventana para que me dejeis una dirección o un telefono con el que poder contactar.
También podeis animar a familiares o amigos. Gracias y osdejo con lo vuestro que yo seguiré preparando una revolución.

Al bando vencido, al bando olvidado

El abuelo estaba dejado caer en el sofá, solo en casa, la familia se había ido al centro comercial. Tenia los ojos cansados fijos en el televisor apagado. Se le humedeció la mirada y apretó fuerte lo poco que le quedaba de dentadura. Cuando una lágrima le resbalaba por la comisura de los labios murmuró: "No pasarán!", levantando el tono de voz: "No pasarán!!" y en su cabeza el sonido de una trompeta. Se derrumbó: "No.... no pasarán..."
Desde hace siete años vive con su hija y su familia; el marido y un hijo de veinte años. Antes se entendía muy bien con su nieto, todos los sábados pasaba pronto a recogerlo y se lo llevaba a conocer la ciudad. Le contaba historias de cuando era joven y luchaba por el, historias de camaradas y carreras delante de los grises, pero eso se pasó. A su hija no le sentó muy bien cuando le anunció que había vuelto a encontrar el amor. Ella era joven y con pocos recursos, además de cubana. Era esto último lo que a él más le gustaba de ella, le inspiraba aires de revolución, le hacía sentir el corazón alzado, duro como un puño. Vivieron largo tiempo juntos, ella le cocinaba ropa vieja y el le cuidaba el jardín del balcón. Las plantas y flores eran cada día más abundantes y estaban llenas de esplendor. Un día desapareció, el no volvió a probar la ropa vieja y poco a poco fue cayendo su salud.
Fue entonces cuando decidió a irse a vivir con su hija. El ambiente ya no era el de antaño, su nieto había crecido y no se acordaba de las largas mañanas de primavera. Al viejo sólo le quedaba el amor por las plantas. En la habitación donde le habían instalado tenía un pequeño balcón donde él tenía todo tipo de plantas. El marido de su hija era el peor, nunca le perdonó que se gastara todo el dinero en esa joven y que después fuera a el a pedirle asilo. Cuando el abuelo no se encontraba en casa era él quien regaba las plantas, las inundaba de bebidas alcohólicas y productos químicos. Disfrutaba separándole de lo poco que le quedaba; su hija, su nieto y sus plantas. Pero el abuelo, como si supiera de antemano lo que le iba ha hacer, llegaba a casa con nuevas plantas.
Un día en el que el marido llegó totalmente borracho a casa vio que su hijo charlaba animadamente con el abuelo. Lleno de ginebra y cólera arrojó todas las macetas a la calle, destrozando dos coches y cabreando a más de un vecino. Advirtió a su hijo que si volvía a verlo hablar con "ese hombre" haría lo mismo con todas sus pertenencias.
Con el tiempo el abuelo se fue pudriendo como lo harían días atrás sus plantas en la acera. Ya no hablaba con nadie. Su hija le tenía demasiado miedo al marido y su nieto le culpaba a él de la situación.
Por fin llegó el día. La familia vuelve a casa del entierro del abuelo. El padre de familia se ha quedado en el coche a leer el diario deportivo, pensaba que no pintaba nada. El nieto estaba indiferente, de todas formas no notaría su ausencia, las últimas semanas solo había sido una sombra en el sofá y un bulto en la mesa. La hija es la única que ha llorado, pero tampoco sabe por qué, quizás porque es lo que se hace en los entierros. De camino a casa han parado en la tienda de comidas preparadas, es Domingo, hoy toca pollo asado y Coca-cola. También han comprado pasteles, tenían la sensación de que hoy era un día especial. Al subir las escaleras hacia su piso se respiraba un aroma especial, fresco, como a jardín prohibido. El padre de familia metió la llave en la cerradura y la hizo girar tres veces, empujó. Se extraño al notar que la puerta ofrecía un poco de resistencia. La imagen era espectacular hasta donde les alcanzaba la mirada,. Habían crecido esplendidos claveles y maravillosas pasionarias formando una tupida alfombra a un metro del suelo.

No sólo se lleva en el corazón.

Estoy seguro que nunca habéis sentido nada igual. Pienso que debe ser lo que siente un suicida sobre la barandilla, cuando su cuerpo ya se encuentra más adelantado que su vertical. Debe ser la sensación que sufren esos boxeadores justo en el momento después de noquear a su contrincante , y justo antes de arrepentirse de haberle quitado la vida.


Aquí me encuentro yo. Con los oídos sangrando, los brazos en cruz y de puntillas, intentando respirar lo más profundamente posible para que en todos y cada uno de mis alveolos se impregne de este maravilloso olor a pólvora. Quien me iba a decir que el día de mi boda estaría en Brooklyn llorando como un niño y abrazando a este pirotécnico del que tanto había oído hablar y al que ahora le debía la vida.

 
©2009 FIN DE LA PRIMERA PARTE | by TNB