Nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto. O si?


Fue en una larga noche de guateque. Una de aquellas noches en las que me quedaba absorto mirando esa bola que expulsaba haces de luz en todas direcciones, y que parecía que a mis padres tanto les gustaba. Mis padres eran dos personas de su edad, igual que muchas otras, una pareja feliz. Pero cuando esa bola que colgaba del techo del tío les disparaba millones de rayos de luz, se convertían en el matrimonio más feliz del mundo. Bailaban y se reían, se acercaban para acariciarme el pelo y de vez en cuando me ofrecían comida o me daban un beso rápido sin que el otro lo viera.
Una de esas noches, mientras miraba la bola, noté que un cristalito me miraba. Después de tres vueltas, el cristalito se desprendió y fue a parar a dos centímetros de mi. Cuando me desperté me di cuenta que habían pasado por lo menos dos vueltas, me había quedado absorto mirando el cristalito entre las ruedas de mi silla. Levanté la mirada y vi pasar el hueco cientos de veces. Todos bailaban, no comprendía como no podían darse cuenta, como la bola seguía en su giro perfecto. Nunca había entendido el funcionamiento de esa bola mágica que cambiaba a todas las personas excepto a mi. Cómo hacía para girar sin marearse, de dónde sacaba tantos rayos de luz para disparar. Pero ahora tampoco comprendía como podía seguir girando si había perdido uno de los suyos. No tenía corazón? No tenía sentimientos? No era necesaria una pieza que tiraba rayos de felicidad? Me agaché como pude y guardé el cristalito en mi bolsillo. Por lo menos yo me acordaré de él.

2 comentarios:

loren dijo...

Bienvenido al mundo de las ralladas mentales, la nocturnidad creativa y las drogas blandas. He descubierto tarde la morada de tus pensamientos (no me habias dicho nada), pero la visitare asiduamente.
si quieres mira el mio, donde me rallo lindamente (http://arqueolicossinfronteras.spaces.live.com/).
por cierto, me debes un libro, no queda sino batirse....

grande de españa dijo...

Qué bueno eres para unas cosas y qué dejado para otras!

Ciertamente la función de centenares de cristales unidos formando magia es digno de admirarlo. Pero, si nos perdemos en tan complicados pensamientos quizá no podramos ver entre la gente una sonrisa en nuestra dirección, un intento de beso de nuestros padres aunque luego huyan sin quererlo, o simplemente una conversación interesante. Creo que de esas bolas mágicas destinadas a la contemplación ya tenemos suficientes en las iglesias, lugares idóneos para practicar estas artes.

Personalmente no me quedaría mucho tiempo contemplando algo, porque al igual que la bola gira, el universo se mueve más o menos rápido que la misma, y este nos puede dejar fuera de juego en un partido que nos puede interesar sin saberlo.

De cualquier modo, moriremos igualmente y quizá algunos nos perdamos sin haber tenido la oportunidad de contemplar ciertas maravillas.

 
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