La relatividad del tiempo


Eran inseparables. Allá donde iba siempre la llevaba consigo. Se vieron por primera vez en su duodécimo cumpleaños, ella siempre decía que era el mejor regalo que le habían hecho en la vida. Cuando salíamos a pasear, siempre me interrumpía en lo mejor de las historias, sacaba la cámara de fotos de su mochila, y disparaba contra cualquier cosa que le pareciera bella, curiosa, o simplemente digna de recordar. Yo me metía con ella diciéndole que su cabeza era un negativo porque no tenía recuerdos. Tenía un cuarto oscuro donde revelaba los recuerdos, aunque siempre pensé que desde el momento que el blanco le llamaba la atención el mundo se paraba para ella, su mundo a la otra parte del objetivo se detenía.
En su testamento me ha dejado toda su colección de fotografías, diapositivas y negativos. Me he sorprendido al ver que la cámara se la ha dejado a su cuñado, aunque bien sabía ella que, con lo torpe que soy, poco uso le iba a dar.
Cuando he llegado a su casa, me ha recibido su padre. Estaba diez años más viejo. Su madre me ha acompañado al cuarto oscuro "tomate tu tiempo, cuando termines cierra la puerta".
Entré con miedo a encontrarme algo que no quisiera encontrar. Como si esperase verla aparecer. Me ha dejado una nota de despedida encima de la mesa....
-Hola, se te hace raro, verdad? Los indígenas odiaban las fotografías, creían que las imágenes que salían de esas cámaras se llevaban el alma de las personas que aparecían en ellas. Yo, después de tantos años intentando que el mundo recordara al mundo, me di cuenta que solo tenía recuerdos de cosas que no había vivido. Se que las fotos las hago yo pero no consigo recordar como llegue hasta esos lugares. Siempre me decías que estaba guapa y joven, que era como si para mi el tiempo no pasara. Sabes... Puede que tubieras razón.

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