Nadie se acordará de nosotros cuando hayamos muerto. O si?


Fue en una larga noche de guateque. Una de aquellas noches en las que me quedaba absorto mirando esa bola que expulsaba haces de luz en todas direcciones, y que parecía que a mis padres tanto les gustaba. Mis padres eran dos personas de su edad, igual que muchas otras, una pareja feliz. Pero cuando esa bola que colgaba del techo del tío les disparaba millones de rayos de luz, se convertían en el matrimonio más feliz del mundo. Bailaban y se reían, se acercaban para acariciarme el pelo y de vez en cuando me ofrecían comida o me daban un beso rápido sin que el otro lo viera.
Una de esas noches, mientras miraba la bola, noté que un cristalito me miraba. Después de tres vueltas, el cristalito se desprendió y fue a parar a dos centímetros de mi. Cuando me desperté me di cuenta que habían pasado por lo menos dos vueltas, me había quedado absorto mirando el cristalito entre las ruedas de mi silla. Levanté la mirada y vi pasar el hueco cientos de veces. Todos bailaban, no comprendía como no podían darse cuenta, como la bola seguía en su giro perfecto. Nunca había entendido el funcionamiento de esa bola mágica que cambiaba a todas las personas excepto a mi. Cómo hacía para girar sin marearse, de dónde sacaba tantos rayos de luz para disparar. Pero ahora tampoco comprendía como podía seguir girando si había perdido uno de los suyos. No tenía corazón? No tenía sentimientos? No era necesaria una pieza que tiraba rayos de felicidad? Me agaché como pude y guardé el cristalito en mi bolsillo. Por lo menos yo me acordaré de él.

Ahora es el momento

Gran caballero de caballo sin patas. Ingeniero sobre los manteles y maestro en el arte de fabricar sonrisas. De todas me quedo con dos de ellas y una que ya me llevé. Te devuelvo lo que te mereces y nunca te di. Y resulta que si tengo algo más que hielo.

Súper héroe de profesión II

Nuestro Súper-Héroe seguía salvando el mundo por las noches y demandando su fama al levantarse. Seguía comprando el periódico y lamentándose no encontrar su nombre en los titulares.
Tiró con rabia el periódico a la basura, nunca lo leía, día tras día lo compraba en el quiosco, echaba un vistazo a la portada y al no verse, decepcionado y cabreado lo arrojaba al olvido. No le gustaba leer las noticias, decía que solo hablaban de gente que era demasiado inútil para no saber solucionarse sus propios problemas. Bastantes problemas tenía el que solucionar, como para preocuparse de los de los demás.

El Ying y el Yang

Hay personas que sin saber por que aparecen en tu vida y, si te dejas guiar por ellas, te reconcilian con el mundo exterior. Esta persona apareció en mi vida como consecuencia de una energía negativa, desde entonces y sin que ella lo sepa, ha sido complemento a mi total desastre. Esto es el movimiento de las fuerzas que giran el mundo, fuerzas contrapuestas que crean el total equilibrio.
Así que aprovechándome de su gran corazón y de su gran manejo de la cámara le propuse un acuerdo, por el cual, ella aportaría una fotografía realizada por ella a cada corto que yo escribiera.
Ahora si. Bién venidos a este espectáculo de luz y sonido, ya que mis palabras no son otra cosa que las notas justas para que cada uno conforme la melodía en su cabeza.

La relatividad del tiempo


Eran inseparables. Allá donde iba siempre la llevaba consigo. Se vieron por primera vez en su duodécimo cumpleaños, ella siempre decía que era el mejor regalo que le habían hecho en la vida. Cuando salíamos a pasear, siempre me interrumpía en lo mejor de las historias, sacaba la cámara de fotos de su mochila, y disparaba contra cualquier cosa que le pareciera bella, curiosa, o simplemente digna de recordar. Yo me metía con ella diciéndole que su cabeza era un negativo porque no tenía recuerdos. Tenía un cuarto oscuro donde revelaba los recuerdos, aunque siempre pensé que desde el momento que el blanco le llamaba la atención el mundo se paraba para ella, su mundo a la otra parte del objetivo se detenía.
En su testamento me ha dejado toda su colección de fotografías, diapositivas y negativos. Me he sorprendido al ver que la cámara se la ha dejado a su cuñado, aunque bien sabía ella que, con lo torpe que soy, poco uso le iba a dar.
Cuando he llegado a su casa, me ha recibido su padre. Estaba diez años más viejo. Su madre me ha acompañado al cuarto oscuro "tomate tu tiempo, cuando termines cierra la puerta".
Entré con miedo a encontrarme algo que no quisiera encontrar. Como si esperase verla aparecer. Me ha dejado una nota de despedida encima de la mesa....
-Hola, se te hace raro, verdad? Los indígenas odiaban las fotografías, creían que las imágenes que salían de esas cámaras se llevaban el alma de las personas que aparecían en ellas. Yo, después de tantos años intentando que el mundo recordara al mundo, me di cuenta que solo tenía recuerdos de cosas que no había vivido. Se que las fotos las hago yo pero no consigo recordar como llegue hasta esos lugares. Siempre me decías que estaba guapa y joven, que era como si para mi el tiempo no pasara. Sabes... Puede que tubieras razón.

El camino del guerrero

El Samurai hizo gesto de colocar una rodilla en el suelo, pero ni siquiera llegó a rozarlo. Mientras sostenía el peso de la espada de su contrincante con la columna invisible formada desde la unión de los metales hasta la punta de su pié, pensaba en los campos de amapolas que había dejado atrás; en los castigos que le imponía su maestro por no prestar atención; en aquella chica de la que recibía capones... Decidió que era la hora de terminar con la pelea. Puso todas sus fuerzas, su último suspiro, en empujar la espada de su contrario, y lo hizo con una mano asida fuertemente a la empuñadura, y la otra, con dolor, al filo. El oponente cayó al suelo y vió con estupor como se levantaba el Samurai lentamente y con un gesto orgánico clavaba la espada en tierra a la vez que agachaba la cabeza. No pronunció ninguna palabra, no hizo falta, el viento ya sabia lo que se estaba diciendo. El samurai, poniendo su honor como bandera, había aceptado la derrota y esperaba el brazo ejecutor de su verdugo con tranquilidad. El desconocido entendió su gesto y sólo pudo dejar caer la espada y, haciendo primero una genuflexión, retirarse por donde había venido, no sin permitir ver en él un leve velo de humillación. Había perdido sin darse cuenta, obcecado en ganar con la espada había perdido con todo lo demás.

Todas las canciones de amor están llenas de mentiras

Fuimos ayer por la tarde a verlo, se muere. Los médicos nos han dicho que no saben lo que tiene pero que si su deterioro sigue a este ritmo no llegará a fin de año.

Estrella de la muerte

Como con un cuartito de silencio. Con los ojos cerrados, vi un mundo de metal sin horizontes. Dos bolas en paralelo movimiento se desplazaban en torno a mi, de forma casi agresiva. En un primer momento me asustó la situación, pero conseguí sobreponerme, me senté a gozar del espectáculo hasta que ya no pude más, me levanté, y corrí todo lo rápido que pude. Mas cuando giré la cabeza no me seguía nadie. Acaricié el suelo con mis zapatos. Oscuridad. Abrí los ojos y todo era como antes, aunque yo sabía lo que había cambiado. Respiración entrecortada, alta la tensión, y en mi cabeza los pájaros se preguntan el porqué, el cómo, el cuando y piensan en mañana como si fuera ayer.

 
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