Super-heroe de profesión

Habéis soñado alguna vez con ser un súper-héroe? Pues el lo era. Su poder era tal, que ningún contrincante lo había conseguido poner en serios apuros.
Llegó cansado y orgulloso a su guarida. Había terminado con su último problema y había salido, como siempre, victorioso, como el gran súper-héroe que era. Se quitó el antifaz que le hacía irreconocible a vista de los demás y respiró profundamente. No podía haber nada que le quitara esa media sonrisa de la cara. Se desabrochó los zapatos, los estampó contra el cubo de la ropa sucia y se dirigió silbando hacia su cuarto. Ti ruri tata, pápá. Se quito con cuidado su traje de súper-héroe y lo dejo perfectamente colgado en su galán de noche. Se sorprendió al ver su silueta reflejada en el espejo y decidió que aquella tarde se había ganado un baño.
Aunque era un súper-héroe su monotonía no distaba mucho de la de cualquiera de nosotros. Se puso el pijama, cenó, vio un poco la tele y se fue a dormir pensando en los grandes titulares del día de mañana, con su heroica actuación.
Sonó el despertador y se levantó veloz como un súper-héroe y en la radio las noticias de otros días. Encendió la tele y las noticias de otros días. Se vistió corriendo, se puso su antifaz y bajó volando los cuatro pisos que separaban su casa del suelo, y en los periódicos las mismas noticias de otros días.
De camino al trabajo, en el metro, meditaba por qué a nadie le importaban sus hazañas. Pero tampoco entendía por qué se extrañaba si día tras día era igual. El solucionando los grandes problemas y no había nadie que se lo agradeciera ni que le diera una pequeña ración de ánimo.

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